Cuando el profesor Humberto Moreira Valdéz se desempeñó como líder nacional del PRI, -marzo a diciembre 2011-, traía pleito casado con el presidente Felipe Calderón Hinojosa. El coahuilense capitalizaba cualquier desliz y recoveco para írsele a la yugular al michoacano. En ese tiempo, Beatriz Elena Paredes Rangel -dirigente del CEN del 2007 al 2011-, lo definió como un tipo pendenciero.
Rememoro esos tiempos porque como anillo al dedo me surge la siguiente pregunta: ¿en la persona de Andrés Manuel López Obrador tenemos un presidente pendenciero? Por el bien de México, eso no debe ocurrir, mucho menos contra los medios de comunicación. Es necesario un gobierno que frente a la evidencias de reportajes derivados de la libertad de expresión, ofrezca respuestas claras, creíbles y sin maquillajes.
Hoy más que nunca necesitamos un presidente que asuma la crítica desde el poder, como él la ejerció desde la oposición. Respeto el Estado de Derecho y que defienda las instituciones. Los más de 30 millones de mexicanos que lo eligieron no desean un presidente pendenciero y tampoco un candidato eterno. Se requiere un gobernante conciliador, tolerante que use las instituciones para el bienestar nacional.
Algo muy importante: que los enemigos a vencer no sean los comunicadores y tampoco los midan con el mismo racero porque no todos son mercenarios y golpistas. Aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín…, que jarro.
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