Poco he leído a Jaime Muñoz Vargas. Se mueve él por los cielos literarios laguneros y poco aterriza en los suelos de la dura realidad lagunera, aquella que no tiene dinero suficiente para comprar libros ni tratar de que alguien se los preste porque luego no los devuelve, un atávico gesto de mala educación que ya se ha vuelto costumbre en los lectores que no pagan. Jaime tampoco regala libros, pues ése no es su papel (con sus excepciones, como sucede a veces). Los escribe, sí, y los engalana con títulos que lo dicen todo en cuanto a contenidos. Reúne y selecciona textos de variada temática afines al argumento central y arma prefacios que complementan e ilustran ideas y propósitos del escrito madre. Y hay lecciones en ese empeño.
La palabra “continuará”, por ejemplo, a la que recurren los columnistas cada vez que se les acaba el espacio y no consiguen terminar el tema del día, (”que los fusilen” propone con ironía el doctor Francisco Valdés Pérez Gasga en uno de sus textos publicado en la edición 116 de la revista Nomádica), la reemplaza con una dialéctica sin par: “Todos los libros quedan inconclusos, bien lo sabemos. Por más que uno se afane en darles forma, en redondearlos, en terminarlos como quien poda un bonsái, al final siempre nos dejan la impresión de que algo, poco o mucho, quedó al margen y podría entrar en una segunda o tercera escritura como parche o como capítulo adicional…”
Es así como presenta uno de sus libros, uno de sus incontables libros: “Pizca de palabras, pizca en el habla de la laguna”, un compendio de las palabras populares propias de la comarca lagunera, y de la plebe que deambula en los barrios y se habla al tú por tú con los puristas del lenguaje. El libro es un diccionario singular que se mueve entre vértigos literarios y citas que surgen de los remolinos del habla con la que solían expresarse Tin Tan y Cantinflas, por ejemplo. Mula, pilinga, patarrajada, languciento, mamalón, burro, buenera, pasan por sus hojas e invitan al descifre y disfrute de los términos chuscos, enredados pero claridosos. “Fulano me viene guango, no le tengo miedo”. “Pilinga: Dicho del sujeto delgado y de baja estatura/Pene pequeño. Al niño se le ve la pilinga”.
En sus prólogos, Jaime no escatima su respeto y asombro por el trabajo de los demás y me atrevo a decir que les rinde pleitesía: “Los recorridos (por los desiertos comarcanos), de Héctor Esparza y Armando Monsiváis, (Nómadas de Papel, su libro), es una peculiar andanza que apunta hacia lo más importante: el respeto y el asombro que nos merece la naturaleza y de refilón, el respeto y asombro que nos merecen los dos locos de Nomádica que no se han cansado de escribirla y fotografiarla”
“Coral para Enriqueta Ochoa”, es un libro más prologado por Jaime, con un subtítulo: “Esta ofrenda floral”, un homenaje a la poeta y escritora nacida en estas tierras, Enriqueta Ochoa, plasmado en un librito donde Muñoz Vargas desgrana como él solo sabe hacerlo, textos, reflexiones y pensamientos de quienes conocieron y gozaron con la obra de la prosista y poeta a quien nuestro prologuista califica de una lagunera universal: Los textos reunidos por Jaime para la elaboración de este libro, los considera como una “evocación múltiple” transformada en un “un ramo de palabras rojas y amarillas y púrpuras que quizá, en el porvenir, se encuentren con las muchas que ella nos dejó, y entonces se entrelacen”. Y subraya para deleite de quienes disfrutan de sus proemios: “Es poco lo que podemos hacer (se refiere seguramente a las más de 70 páginas que forman el delgado volumen) …es poco lo que podemos hacer, entonces, para homenajear a una escritora con brillos de eternidad como Enriqueta Ochoa”.
Transcribo, sólo en estos casos, renglones de Muñoz Vargas no como un plagio, sino como una demostración de admiración, respeto y envidia a quien me envuelve con sus solazos y resolanas, con sus nómadas de papel, con su coral para Enriqueta Ochoa y su preclaro senderismo por el alma de los demás; por “caricaturizar el habla” y por “regodearse en la aliteración populachera” (Saúl Rosales).
Explorador de los “lazos de sangre y memoria” de los laguneros que radican fuera de la comarca lagunera, reúne en 379 páginas de su libro “Solazos y Resolanas. La comarca vista desde fuera por laguneros con palabra”, las vivencias de los paisanos a quienes consultó para dar forma a un tomo de profundos sentimientos y hazañas quijotescas que viajan de Rabat a España, a EU, a Berkeley y a Pensilvania, a México, pasando por Saltillo y Monterrey, entre otros puntos de destino trashumante”. Leo y releo el aporte de Jaime y me asombra el tesoro que ha reunido con su infatigable búsqueda del quehacer literario ajeno. Del propio, ni se diga: asombra y encumbra. Su Periscopio virtual es la muestra.
Rectifico: a lo dicho arriba sobre los libros caros, los que no puede comprar la gente pobre, reconozco que, en mi caso, los puedo leer en internet, pero no me agrada ese tipo de lectura, lastima la vista y se pierde el espíritu libresco. Tampoco resultan optativos los viajes a las bibliotecas y por lo tanto y en consecuencia, espero que Jaime Muñoz Vargas, a quien el maestro Rosales auguró –hace tiempo a raíz de la publicación de “El umbral de la lumbre”- “un pronto ascenso a las cúspides de la literatura nacional” (Imagino a Jaime viendo a los mortales desde el olimpo coronada la testa con hojas de laurel y palma, con las frases impresas en esas hojas de sus más célebres trabajos literarios) espero, dije, que me mande los libros que ya no quepan en su biblioteca personal y que me los mande, repito, con el cartero. –Por internet no, por favor y por el watshap menos, no manejo celulares.
Los prólogos de Muñoz Vargas abren la puerta a desconocidos mundos literarios y ayudan a comprender mejor narraciones, cuentos, aventuras y ensueños. Y los libros… (en este momento de veloz tecleo se me prendió el foco) …visitaré las librerías de viejo de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo, a las cuales Jaime es muy afecto, no por lo barato de los libros usados, sino por los tesoros que esconden los hacinamientos que acumulan telarañas y polvos del largo camino que cubrieron durante su vida activa (los libros, no nuestro personaje), tesoros que él comparte a través de sus columnas periodísticas. Como son tiempos de confinamiento, no podré salir a las librerías y le encargo, por lo pronto, El Dinosaurio, el cuento más breve de la literatura universal, escrito por Augusto Monterroso. ¿Lleva prólogo? Creo que sí y para no variar, tú, Jaime, lo escribiste. ¿Y la mosca establera? ¿Te acuerdas?
Para complementar las aventuras de Muñoz Vargas en el mundo literario, diré lo siguiente: Jaime no sólo escribe libros; también interpreta cuentos argentinos con voz de las pampas, es escritor, editor, maestro, profesor, alburero y un humorista nato de la lengua, y–atención lectores de Jaime: es también compositor, al estilo de José Alfredo Jiménez. A instancias de Zoé Robledo, director del Instituto Mexicano del Seguro Social, escribió el Himno Oficial de la institución: “-Un himno inspirador que inyecta entusiasmo y heroísmo”, valores manejados poéticamente por el cantautor guanajuatense. La música es de Ricardo Serna, vecino de Gómez Palacio y la letra de Jaime, vecino de Torreón, “tomando como base –palabras de Zoé Robledo- los elementos que conforman el logo símbolo del Seguro Social: el águila, la madre y su hijo, para crear un hermoso cántico: “Con sus alas generosas nos abraza. Mi pueblo yace vivo en su plumaje. El ave con orgullo y con coraje, siempre vigilará por nuestra raza”. (Del poeta Jaime Muñoz Vargas, el literato todoterreno orgullosamente lagunero)
Jaime: ahí te va una confesión: me fusilé uno de tus textos de “Grava Suelta” –Pollo- para aprovecharlo como tema para un cuentecillo dedicado a Dieter. Y eso que te leo poco. Saludos HER.



