«La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles».
Fiódor Dostoyevski
Lo que inicialmente se planeó, configuró y garantizaba una cirugía perfecta, con la precisión del rayo láser, “exitosa y disciplinaria” el ataque bélico que se presumía certero e infalible y no rebasaría las 24 horas, resultó lo contrario y complicó todos los pronósticos al presidente ruso Vladimir Putin. El 23 de marzo se cumplió un mes del inhumano, despiadado, destructivo y mortal ataque contra la ciudad y habitantes de Ucrania y otras regiones.
El ejército represor y sanguinario del presidente ruso no deja de bombardear hospitales, zonas residenciales, asilos de refugio, centros culturales e industriales, mientras que Volodimir Zelenski enfrenta el desastre que bombas y misiles dejan a su paso. Se cuentan por decenas de miles las víctimas mortales, lesionados y multimillonarias pérdidas económicas.
Inimaginable resultaba pensar que tras los efectos de la pandemia que todavía azota al planeta y da sus últimos coletazos, el siguiente paso sería la invasión-ataques entre Rusia y Ucrania y al borde de la tercera guerra mundial. Desgarradoras e impresionantes las imágenes, noticias y testimonios que trasmiten desde hace más de un mes los medios internacionales.
“¡Soldado ruso! Fuiste traído a nuestra tierra para matar y morir. No sigas órdenes criminales. Voz y clamor que retumba entre los sobrevivientes que pregonan la paz y desolados enfrentan la destrucción.
