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JACARANDAS DE HOGAÑO NO FLORECEN IGUAL QUE ANTAÑO/JESÚS M. MORENO MEJÍA

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No es posible olvidar,

pues las impresiones en

la memoria son indelebles

Thomas de Quincy

Hace tiempo escribí en torno a las “Mañanitas de Abril”, que vivimos en nuestra añorada infancia en esta ciudad hace ya bastantes años, pero en esta ocasión decidí rememorar lo señalado en torno a ese paseo matinal y a su vez, brevemente, a las jacarandas de hogaño.

En primer lugar, señalo que en las diarias caminatas que hacíamos a temprana hora mi esposa y yo en el Bosque Venustiano Carranza, nos percatábamos de ciertos detalles que veíamos en algunas personas y en la naturaleza circundante, y que pudieran ser un comparativo con el popular paseo familiar que hacíamos mi hermana y yo, hace años de la mano de nuestros padres y abuelos.

Claro que debemos situarnos en épocas muy diferentes a las que hoy se viven, pues en primer lugar la ciudad era de menor extensión y habitantes; la seguridad pública era auténtica (salvo raras excepciones) y por lo tanto todo mundo podía caminar por las calles sin sobresaltos a cualquier hora del día y aún a ciertas horas de la noche; incluso era normal ver descansar a algunas personas afuera de su domicilio, sin temor a ser molestados por nadie.

Las “Mañanitas de Abril” de aquellos lejanos días, evocamos en cierta ocasión mi hermana Julieta y yo, tenían lugar en la Alameda Zaragoza y el paseo lo hacíamos acompañados de nuestro padre o de nuestro abuelo materno. Vivíamos en la calle Leona Vicario entre las avenidas Abasolo y Ocampo, y el trayecto a la Alameda Zaragoza lo hacíamos a pie pues esa era la costumbre.

Desde el primer día de abril la gente salía de su casa cuando aún no salía el sol (con el alba) o cuando apenas asomaban los primeros rayos del astro rey. Nuestros padres, Jesús y Consuelo, o nuestro abuelo, “papá Pablo”, nos explicaban en el camino como aparecía el sol por Levante y como declinaba en el ocaso.

Circunstancialmente, cuando pasábamos por la confluencia de la avenida Allende y calle Javier Mina, había una imprenta denominada “El Sol” y en una de sus ventanas estaba dibujado el astro rey en todo su esplendor, lo que daba mayor realce a la plática de nuestros padres sobre la estrella en torno a la cual giran los planetas de nuestro sistema solar.

Por lo que hace a “Las Mañanitas de Abril” recalcamos que era una verdadera verbena popular, pues como dice el Diccionario de la Lengua Española, en cuanto a la utilización coloquial de esa palabra: “Madrugar mucho para irse a pasear, principalmente en las mañanas de San Juan y de San Pedro”.

Porque verdaderamente era una verbena, misma que tiene otros significados ya que puede ser aplicable a una fiesta popular con música y hasta baile. Ahora bien, aunque éramos niños, recuerdo que la orquesta de don Prócoro Castañeda (*), quien por cierto vivía frente a nuestra casa, amenizaba su orquesta el ambiente de las “Mañanitas de Abril” en la Alameda Zaragoza por su propia cuenta, sin esperar retribución alguna por parte de autoridades o de particulares.

Nuestro regreso a casa era a temprana hora, pues debíamos estar listos para ir al colegio, y de vez en cuando lo hacíamos por la avenida Abasolo, pues en la esquina con la calzada Colón existía una hermosa mansión de estilo morisco, mejor conocida popularmente como “La Alhambra”, con columnas y arquerías que recordaban la construcción arábiga en las tierras cristianas de Andalucía, y en la que tenía un jardín con un par de elefantes en pequeño que llamaban nuestra atención infantil.

Desgraciadamente, esa magnífica mansión fue inexplicablemente derruida de manera inmisericorde, tal vez pensando que allí había un tesoro oculto, excavándose más allá de sus cimientos, y en su lugar se construyó un anti estético edificio de oficinas.

Cabe aclarar que las “Mañanitas de Abril” tenían lugar en ese entonces en la Alameda Zaragoza, pues el Bosque Venustiano Carranza todavía no estaba en las condiciones que ahora está, pues tenía poco de haberse creado y sembrado, por lo tanto, no existían los grandes árboles que hoy tiene.

Actualmente hay personas que acuden a caminar a temprana hora al Bosque Venustiano Carranza, pero no con el mismo ambiente de las “Mañanitas de Abril” de antes, pues la generalidad lo hacen con el ánimo individualista, “para estar en forma”, y sólo pocos lo hacen con espíritu social y cortés.

Finalmente, por lo que hace a la naturaleza del lugar, hemos visto en ese paseo público, y en otros lugares de la ciudad, que ciertos árboles tienen otro aspecto muy diferente al de otras épocas, como es el caso de las jacarandas, pues sus hermosas flores aparecen aún en estos días, pero no con el mismo esplendor y abundancia que en otros años.

Igual sucede con otras variedades de árboles y arbustos, tales como las buganvilias, no obstante que reciben el riego que corresponde, aunque tal vez no con la frecuencia debida.

No somos conocedores de lo que ocurre con la vida vegetal, pero sí recuerdo que mi madre solía decirme, cuando veía que me atraía el fruto de las moras: “No las comas todavía, pues no están llovidas, y por tanto sólo son buenas hasta que les caiga el agua del cielo”.

¿Ocurrirá lo mismo con las flores de las jacarandas? ¿Será que como no ha llovido no salen tan esplendorosas y en mayor número que en años anteriores? ¿Será que este año será de sequía, como ya se ha anunciado por parte de los meteorólogos? ¡Vaya usted a saber!

¡Hasta la próxima!

(*) Fue el maestro Prócoro Castañeda Casales, en abril de 1934, quien tuvo la idea de crear las “Mañanitas de Abril” en Torreón, con la finalidad de fomentar el ejercicio físico matutino, mediante caminatas.