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RESCATE CASA DEL CERRO/Efrén Mireles Estens

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La actividad que voy a comentar es la participación que tuvo el doctor Terán Lira para el rescate de la Casa del Cerro, construida por el ingeniero Federico Wulff, creador del plano que dio origen al nacimiento del trazo urbano de Torreón.

En 1988, la casa estaba prácticamente abandonada y su propietaria era María Asunción Garza de Rivera, quien radicaba en Saltillo, Coahuila.  En Torreón, le atendía sus asuntos personales el abogado Raúl Garza Medellín, sobrino de ella.

A Terán Lira, en sus andanzas por el mercado Alianza y a quien esto escribe –yo trabajaba en la tesorería municipal-, nos llegó la información de que unas personas de Michoacán tenían el propósito de instalar en la Casa del Cerro una discoteca, antro de moda por aquellos tiempos.   Ante eso, generamos la idea de rescatar esta joya urbana histórica, para que fuera propiedad del municipio y convertirla después en un museo.

Le planteé al licenciado Heriberto Ramos Salas, presidente Municipal de Torreón en esos años, la compra de la casona para que se le diera un uso cultural.   Fue muy importante el apoyo que nos dio el doctor Terán para consolidar la adquisición del inmueble.    Buscamos y logramos conseguir el respaldo del licenciado Garza Medellín, para concertar una cita con María Asunción Garza de Rivera, decididos viajamos a Saltillo para entrevistarla.

Nos comentó la propietaria de la casona que, efectivamente, había un grupo de personas interesadas en comprarle la propiedad.  Pero, ella quería que la antigua finca se destinara a un uso adecuado de acuerdo a su origen histórico. Nos comentó también que, en años anteriores, un alcalde de Torreón le propuso comprarle la casa, pero no le pareció bien la forma impositiva o exigente en que se le planteó el asunto y rechazó la propuesta.

Terán Lira y yo tuvimos suerte, creo que le caímos bien a la señora, nos recibió y atendió muy amablemente en su domicilio particular.  Casi al final de la entrevista, solicitó el término de una semana para reflexionar y tomar una decisión.

A la semana siguiente regresamos y hablamos de números. La verdad regateamos, nuestro principal argumento era que al inmueble se le daría un uso conveniente de acuerdo a su categoría histórica.  Le señalamos que era la finca señorial donde ella vivió con su familia y en la que su padre, Celso Garza González, había ejercido durante décadas las actividades comercial y bancaria.  Lo pensó por varios minutos, finalmente, aceptó vender la casona al ayuntamiento de Torreón.

Acordamos como valor de la compraventa la cantidad de sesenta mil pesos (sesenta millones de aquellos tiempos).   Para formalizarla hicimos una cita con el notario público, licenciado Onésimo Flores, quien ejercía su profesión en Saltillo.  Le entregamos a la vendedora un cheque por veinte mil pesos en señal de trato, el resto consistente en la suma de cuarenta mil pesos le sería pagado en Torreón, el 10 de octubre de 1988.  Consolidamos la adquisición mediante escritura pública redactada en la notaría del licenciado José Ortiz Barroso.  Así quedó finiquitada la operación inmobiliaria.

Ahora, la Casa del Cerro es un magnífico y emblemático museo, orgullo de los laguneros.   El papel que jugó el doctor Manuel Terán Lira para que el proyecto fuera una realidad, fue de gran importancia, así quedó demostrado el gran cariño que él siempre sintió por su natal Torreón.

Son muchas más las actividades que realizamos juntos, en base al trabajo solidario que nos unió, siempre a la sombra de una amistad honesta y sincera.  Nos enlazaba un genuino sentimiento de cariño por servir a la comunidad.   Pero no quiero extenderme para no caer en repeticiones de lo que ya se ha dicho en estos días sobre la vida del doctor Manuel Terán Lira.  Luego tendré otra ocasión para abundar sobre el tema.

Solo expresaré mi afecto y agradecimiento por su amistad que siempre me distinguió y, por supuesto, le doy mi solidaridad a su apreciada familia ante la partida de un hombre que valoró la Revolución Mexicana y quiso a su tierra lagunera.

Envió mi respetuoso saludo y pésame a su esposa, la licenciada Consuelo Esquivel y a sus hijos, Coral, Manuel, Guido y Gina.

Reconocer y difundir las buenas obras es hacer honor a quien honor merece.

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